17 de octubre de 2008

TARDE-DE SETAS y SIN PIES NI CABEZA



Estuvimos saltando, ¿verdad? Tal vez no encontrábamos el lugar exacto en el que esas pequeñas y deliciosas especies que la erudición acertó en llamar Boletus. Surgen como pequeñas huellas de la enfermedad de un suelo, el que pisamos, que pide a gritos un cambio en los humanos. Se esconden, como no podía ser de otra forma, y generan la paranoia en el buscador que sin probar, otro tipo de la misma especie, comienza al cabo de unas horas, a experimentar una serie de mareos que invitan a tomar asiento y disfrutar de un día cualquiera de la semana en la sierra de Madrid, que quizá sea otro de los fines en sí mismo que podrían rodear una sencilla jornada alejada del humo, la contaminación, el estrés (se escribe así o tal vez esté nervioso) de Madrid. Trepamos y lo hicimos hasta alcanzar una gran altura, todo porque escuchábamos unas voces, semejantes a las de los humanos y nos extrañó (ya en el aparcamiento advertimos la existencia cercana de esta terrible especie). Escalar nunca fue tan difícil con una cesta de mimbre que lejos de servir de apoyo te convierte en ese mismo material que al apoyarse en el suelo cruje, como si de óxido pudiera tratarse; y allí, con una navaja en forma de garfio, dirigiendo la mirada ubicua hacia todos los lugares y consiguiendo que el contraste de los colores, alejado de una superficie plana, adquiera relieve. Todo expuesto al olor de una joven indefensa proveniente de las últimas lluvias que en vez de purificar dieron vida. Saltábamos entre las piedras que impedían con esmero nuestro paso, pero nuestra obsesión ya borrosa ya ausente se convertía en el hálito de nuestra excursión. Fueron ocho los que sacamos de sus últimos refugios y después, como si de un hilo de agua se tratara, nos dejamos llevar hasta la orilla izquierda del camino, la incomprendida pero la que nos señalaba la salida de un bosque lleno de Amanitas: que generan sin descuido un producto químico para hacerla imposible al paladar de los hombres.


He de reconocer que hoy todavía continúa el efecto (apréciese en las letras que no tienen ni pies ni cabeza).

Lo siento, pero esto es una tarde de setas de la que mucho tengo que agradecer a mi amigo Jesús.


5 comentarios:

Bárbara dijo...

Jeje, un tanto delirante el relato, como si hubiérais ingerido alguna seta alucinógena. Me gusta lo de boletus, a mí también me parece que es toda una lotería encontrar setas, que hay que estar en posesión de muchos boletos para tener suerte.

Conrado Arranz dijo...

Este es de los momentos en los que mejor decir "cualquier cosa que diga puede ser utilizada en su contra". Pues eso.
Por cierto, hablando de boletos, nunca he tenido suerte al respecto. ¿Y tú?
Saludos.

Bárbara dijo...

En la lotería de la vida, no he tenido mucha suerte (Dios, parezco Marisol) pero soy de las que piensa que a pesar de la mala suerte en el azaroso reparto, he tenido suerte. No sé si me explico...quiero decir que me considero una superviviente, que el camino, malo o bueno, fue sólo una forma de llegar hasta aquí.
Besos

Conrado Arranz dijo...

Apostemos entonces a que ese camino nos siga trayendo sorpresas delirantes, sin la necesidad de encontrar o tener boletus.

Marina Culubret Alsina dijo...

Debe ser por las afinidades musicales, vete a saber, pero cuando voy a "cazar setas" en vez de los "boletus", prefiero los "cantarelus", que tienen la inmensa suerte de ser inmunes a los gusanos y con un poco de ajo y perejil están de muerte...! :-)

Gracias por tu visita y
gracias también por dar a conocer la obra de Aurelio Fernández (a ver si puedo conseguir el libro...)

saludos y buen fin de semana,

 
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