30 de octubre de 2008

Bancos

Y resulta que una mañana en una plática animada y a tenor de una canción de los Mártires del Compás nos encontramos tratando el tema de la economía, raro en estos días, y su relación con el amor. Dice la canción en concreto: "Hay bancos pa´quererse, bancos pa´amarse y bancos de peces... y bancos por las esquinas que a tí y a mí nos quitan la sangre". Algunos de vosotros la identificaréis. En estos casos lo más importante es pensar ¿qué ocurre con los bancos para amarse cuando los bancos que te chupan la sangre se llenan de impagos, negativas, adeudos, insuficiencias (porque el cretinaje es fáctico)? Lo primero que acudió a mi cabeza era mi parque, el de las siete tetas, tan acostumbrado al amor, a un amor sublime porque se esparce, a través de los montículos, por toda la ciudad de forma sobresaliente y sólo choca de golpe con la distante sierra madrileña, pero conservando en sus picos un poco de hielo. Al día siguiente, y la verdad un poco obsesionado con el tema, dediqué la tarde a pasear por sus curvas y analicé los bancos, vacíos por supuesto; lo que antes eran remansos de amor, donde el mero paso cercano suscitaba un peligro de contagio, donde las puestas de sol eran llaves para entrar en el otro y hacer uso del enigma empático de los hombres, donde, donde, dónde están ahora esos personajes (antes actores). Como no podría ser de otra forma y para no caer en el agravio de la ignorancia (que es el no contraste) acudí la mañana siguiente a una sucursal de banco para preguntar sencillamente cuál sería el crédito máximo que podría pedir con mi nómina (que me colgaba de dos dedos), me senté a esperar mi turno el tiempo suficiente para observar decenas de parejas con caras de preocupación que, paradas en mitad del espacio y sin dejar de temblar, esperaban su turno, vivían con extraordinario miedo el momento en el que la pareja anterior se levantase (si había discusión previa entre amantes era aún peor) y dejara esas dos sillas vacías frente a un locutor con traje impoluto que parecía vivir al margen de la situación. Pensé entonces que no entendía realmente lo que estaba sucediendo y que si me vestía de negro, me ponía una pegatina a la altura del corazón que dijera: "el amor es gratis" y me pusiera en la puerta del banco (del que chupa la sangre) la gente saldría en manada a dotar de contenido el parque, como recordaba desde mi infancia; aplicar la lógica en un lugar como aquél se antojaba difícil pero me parecía de razón que ante el vacío monetario al que asistimos (antes de que los Gobiernos de medio mundo decidan dar los ingresos de todos a unos pocos para que puedan seguir prestando con interés, es decir, haciendo lo mismo) el lleno momentáneo y la vuelta al esplendor de los parques se hiciese latente (es decir una relación inversamente proporcional) pero la realidad irracional y enferma era que a mayor sangre extraída mayor vacío de amor y pensé que los bancos que te chupan la sangre te absorben también el corazón.

"¿Un crédito de nada le viene bien?", me dijo fanfarroneando. Por supuesto y ocupé, aun solo, el banco del que nunca debía haber salido. Allí vi ponerse el sol.


28 de octubre de 2008

Dobles de los dobles

Giré a mano izquierda y en la calle de lúgubre atmósfera; sí, la que tu y yo conocemos, encontré, esta vez solo, a mi sombra perseguida por su propia sombra y proyectadas sobre el tapiz conformado por baldosas uniformes que denominan acera y que se rompen cuando una cabeza cae y exclama que sufre los efectos de un alcohol derramado por la podredumbre de los hombres; tú estás al corriente y has absorbido pequeñas dosis que, como aceite, han quedado suspendidas en tu memoria. Luego observé la luz y me crucificó desde ambos lados de la calle como halos que quisieran atravesarme, pero sostuve mi pequeña libreta verde de una manera firme, simulando brindar contigo o tal vez imponiéndola a mi propia alma, ella, tu, me sostienes de un pasado incierto y un futuro certeramente apuntado por los dardos de una visión de la que huyo, amasado sobre los cimientos de la individualidad, del vacío a base de la desaparición de las intranquilidades. Es agotante parar, apoyarse y derramar tinta sobre fondos en blanco reflectantes. Me animalas, dirías, que es lo mismo que fascinas pero por una luz, imperfecta por supuesto. Eran las ocho de la noche y me arropaste, me arropé perdón, porque solo; soy yo el perseguido por mi y ella proyecta el frío o lo que queda.

Génova está más vacía que nunca pero una rata, con una cuidada gabardina, sale de un portal para cruzar e insertarse en la alcantarilla más cercana, intentando no ser vista. Me anima en mi objetivo de llegar al Café Comercial, sentarme y pedir, lo más digno posible, un coñac.

25 de octubre de 2008

Destinos

Para Elkin y Lorena


En fin, que ayer conocí al único hombre que he conocido, que nació de pie y lo hice, casualmente, tumbado.
Era un día para subirme a la terraza, que la llamo así pero en sí es el tejado, ya que la única escalera de acceso, de madera, se encuentra encerrada en el sótano de la comunidad para lo cuál imaginaréis que hay que realizar una serie de movimientos rituales que permiten su predisposición bajo la trampilla de acceso al tejado, que casualmente se encuentra nada más salir al descansillo de mi piso, en una tercera planta, displicente (mucho calor en verano, mucho frío en invierno).


Digo que ayer era el día idóneo para hacerlo, había cesado el temporal que duró un día y era el último del calendario de verano, hoy alguien seguramente próximo al mercado económico me regalará una hora para que la aproveche durmiendo y no tenga que encender ninguna luz antes de tiempo, aunque pensándolo bien duermo con la persiana bajada al máximo incluso la hago tomar impulso para que aplaste los pequeños intersticios por los que la burlona luz quiere entrar en mi inconsciencia.


La subida fue costosa como la última vez que accedí con Arturo para sentarnos durante horas a esperar la reproducción de sonidos con la que miméticamente nos sorprenden los vecinos inexistentes de arriba. Pero ayer subí para estar solo, me acomodé la vieja tumbona que un día alguien abandonó y fumé hasta quedarme dormido; al despertar, el sol estaba poniéndose sobre un Madrid que diluía sus gases en la atmósfera de todos y se tintaban de un gris rojizo. A mi lado, un señor negro mi miraba sorprendido de mi extrañeza y me dijo: "Ya me voy, me queda poco tiempo, ¿tienes un cigarro?" No especialmente, contesté. Hablamos de muchas cosas pero lo que más llamó mi atención era precisamente que él no podía entender como habiendo nacido de pie, con el esfuerzo consecuente de su madre (seis meses en la cama con fiebre después del hecho sísmico), podía fracasar en todos sus proyectos. Yo, al hilo, le dije que lo primero que vio mi madre fue la cabeza, pero mi padre la ocultó con premura debido a su deformidad y dicho acto me ha llevado a una búsqueda del fracaso, lejos por tanto de la casualidad, sino próximo a la intención.


En fin que, lejos de las diferencias, teníamos dos cosas importantes en común: estábamos en una terraza despidiéndonos del verano y a los dos nos iba de culo.

23 de octubre de 2008

Aurelio Fernández, voz desde (en) el abismo…

…revestido de amor.



Pero, ¿es esto posible? Sí. Aurelio Fernández no es un pintor ni escritor conocido (ahorro con ello el trabajo del inquieto lector de acudir como primera fuente de sabiduría al google), mucho menos famoso o peor aún, reconocido. Aurelio Fernández es una voz anónima y ahogada en vida, pero sorprendentemente no en muerte porque es Gemma, su viuda, la persona encargada de mantener su antorcha en forma de libro “El Resto de mi Vida”, un año después de que las cenizas del autor fueran derramadas sobre el Ganges a su paso por Varanasi (Benarés) y bajo el rito local consistente en expandir previamente por el río cientos de barquitas de madera ocupadas por velas y flores, como portadoras del alma.


El pasado viernes diez de octubre, exactamente un año después de este hecho, se presentó en la Biblioteca Pública de Vallecas, sita en la calle Rafael Alberti y en el barrio donde viviera (entre viajes) el autor, el único libro que verá la luz, “El Resto de mi Vida”. Un libro portátil que sin duda estoy seguro de que se convertirá en uno de los Bartlebys que describiera Vila-Matas en su obra. Constituye un esfuerzo ímprobo de su viuda (dada la voluntad del autor) por reunir los cientos de escritos, pensamientos, reflexiones contenidas en los miles de materiales en los que Aurelio dejó escrito su pensamiento casi como una necesidad de desalojarlo de sus entrañas. El resultado es el caos creativo, sin una meta concreta, por puro sentimiento, literatura en el estado más puro, sin tamizar por ninguna red formal. Reflexiones, poesía, narrativa, confesiones, impresiones se van sucediendo abrupta y caóticamente a lo largo de todo el libro, combinada por testimonios de personas comunes que tuvieron (tuvimos) la suerte de conocer al personaje de cualquier novela de Kafka, Roth o del mismísimo Cervantes.

Mi humilde aportación al libro se limita a unas letras en su recuerdo que vienen incluidas en el libro (pág. 173) y que dan paso a su poesía, con la que canta de alguna forma a sus miedos. Reproduzco a continuación:


“Los problemas de las sociedades son eminentemente esenciados por los humanos. Y Aurelio Fernández era (y es a través de su obra) una de esas personas necesarias para entender o, cuanto menos, evadir el mundo. Un mundo (adviértase su minusculosidad por cuanto lo formamos nosotros) que tiende, a través de sus fuerzas más ocultas, a complicarse hasta tal punto de saberse indescifrable). Sorprendentemente la obra de Aure constituye una realidad inmisericorde con luces de amor a través de sus pinturas y una simplicidad sabia que descifra las grandes claves metafísicas a través de su literatura. Sin duda, Au, no sólo es un grito de dolor ante los problemas del mundo (realidades) sino que constituye una regla (fantasía) para descifrarlos y obviar su existencia a través del amor, la catarsis y la sonrisas”

Aurelio era una persona particular, con la que pude compartir muchas y buenos momentos, aunque en este caso, no todos los deseados. Ahora, en una esquina del salón de mi casa, como a él le gustaba preside la mesa un cuadro oblongo de apariciones, mares, perspectivas, espectros, bocas y ojos dislocados y de él todavía se sigue escuchando su aliento. En la presentación del libro se escucharon muchas de las anécdotas de la gente que convivió con él, todos recuerdan el baño de su casa, que era un libro en sí mismo, lleno de citas, poemas, reflexiones que como decía: “pos donde mejor”.


Me despido con tres cosas:


1. Una de las frases al inicio de la sección de reflexiones que creo que engloba la creación de este libro:


“Ahora sólo eskribo kuando muero, porke kuando estoy vivo, no tengo tiempo”


2. Una poesía que escribí el día 19 de julio de 2006, a su muerte, y que creía haber perdido, pero recopilando todos los documentos he podido encontrar. Lo mínimo que puedo hacer es prestárosla. Forma parte de un poemario que llamé “Urgente”.


Canción ahogada en silencio
pincel de vientos secretos
cerdas que buscan tu imagen
eco del mar incierto
rebelde de armas blandas
corazón de canto eterno
hielo de cuerpos estúpidos
calor que, como un precipio,
encuentras en mundos llenos.

Sonríe sin mover la boca
mas que para expresar talento
guiña los ojos sordos
no dejes asomar al tiempo
Grita lágrimas de semen
Mancha el limpio monumento:
a la naturaleza material;
al vacío de los cuencos;
a los libros terminados;
al hereje de los cuentos;
a los que con frases largas
adormecen sentimientos;
al caudillo de las ideas
destronadas con lamentos.

Reflexiones de la savia propia
con la “k” del peso de un barrio
que abriga ilusiones vivas
sobre ciénagas de cemento
en las que revolcar esperanzas
que nunca transitan en metro
entre estaciones de colores
y oscuros túneles yertos.
¿Dónde viaja la quimera?
¿se sabe si es fuera o dentro?

Maquinista de la nave;
sublevado de los remos;
espejo de mil colores;
bigote del pensamiento;
camello de tres jorobas;
espiga de los deseos;
pimienta sobre pintura;
Maqui de los sintecho.
Mirada triste de niño
contento con un solo pelo.
Collar de gemas preciosas
amuleto de nuevos retos.
Tío de los que crecen
y Rubén, de amante secreto.
Bandido de las mujeres,
menos maría, que queda dentro.

¡Tírame esa pelota!
A rodar jugaremos,
que toda la vida parezca
un inaudible mareo;
tras el cual vomitemos sangre
y en un lienzo la plasmemos;
al secarse se hará cenizas
cenizas
cenizas
cenizas de tus cimientos.



Au, el último quejido,
el de tu nombre,
siempre en nuestro recuerdo.

3. Y una foto para el recuerdo.

Deciros por último, que todavía estáis a tiempo de adquirir este libro, pidiéndoselo a su mujer, Gemma: gemviolet@yahoo.com.mx . Su coste es de 8 euros que serán donados a la Fundación Vicente Ferrer.

¿Una nueva novela de Roberto Bolaño? ( II )

En fin que me doy cuenta de que las informaciones con respecto al post anterior empiezan a correr por la red, y los medios van aportando luz u oscuridad a la noticia sobre la última novela de Roberto Bolaño. Crecen las informaciones y crece la indignación general. Os dejo los vínculos por si os interesa:
saludos

22 de octubre de 2008

¿Una nueva novela de Roberto Bolaño?

Tal vez una forma de seguir vivo, tal vez una ramificación más del mercado editorial o de intereses creados que la verdad creí concluidos con respecto a Bolaño con las publicaciones póstumas de “El Secreto del Mal” y “La Universidad Desconocida”, por cierto esta última, algo abocetada para mi gusto, aunque rescato muchos de sus poemas. Me gustaría conocer la opinión en este caso del propio Bolaño, del que ya de por sí cuentan que dejó “2666” elaborada para la posterior publicación, con la condición de que se hiciera por separado, pensando en el bienestar de su familia. Al final, un persuasivo Herralde con gran criterio (mi agradecimiento como lector) y supongo que una compensación económica difícil de rechazar por la familia, pasaron por encima de la voluntad del bueno de Bolaño (por otro lado nada que no haga una editorial común con un escritor vivo).

Pero resultan paradójicas las nuevas noticias que esta vez nos trae Letralia sobre una nueva publicación futura de Roberto Bolaño, “El Tercer Reich”. Desconozco si también estaba incluida en el mismo paquete que “2666”, que ya podríamos denominar “caja bolañesca de supervivencia post mortem” (otra vez recurrente la expresión); tal vez con ello intente frivolizar una situación que me deja ciertas gotas atónitas (y sucias) que hoy no puedo desincorporar (tal vez sea por lo desapacible del día). Detrás de esta sorprendente noticia se entreteje una madeja de representantes, editoriales, la viuda, agencias, que emborronan desde mi perspectiva la ardua labor y el universo de este escritor que, tras la lectura de “Los Detectives Salvajes”, me enganchó a su causa.

Pienso en todos los escritos, cuentos, apuntes de libreta, frases de las que me he arrepentido o que han acabado olvidadas en algún cajón, papelera o simplemente sobre una mesa coja por mi descuido; y supongo que a Bolaño le pasaría lo mismo, más si cabe por su compulsiva creación. La verdad es que a mí no me gustaría que alguien se pusiera tras mi muerte a barrer letras y a dotarlas de una cierta armonía hasta sumar ciento cincuenta y tres páginas y constituir un ente publicable… si se quedaron ahí es por algo (y ya en el anterior post he rogado que sólo se dediquen a contar las cosas malas). Esto me lleva a pensar que estoy abocado a arrepentirme de lo que escribo y sin embargo Roberto no va a tener esa oportunidad al menos en este mundo de imperfecciones pulidas por el dinero y los intereses económicos que vienen a ser sinónimo de supervivencia.

Pero en fin, que no me voy a dejar llevar por la emoción (negativa) y sí contar lo que está sorpresiva novela en ciernes. Resulta que Carolina López (la viuda) llama al agente Andrew Wylie comentándole que tiene un borrador mecanografiado de la referida novela (“El Tercer Reich”) y corregido a mano por el propio autor. Borrador cuya existencia desconocía el propio Herralde y que es ofrecido a The Wylie Agencie para que, después del cuatro de noviembre que caducan los derechos con la agencia de Carmen Balcells, firmen el contrato sobre los derechos. En fin, toda una novela en sí y cuyas conclusiones es mejor sacar de forma individual; si alguien quiere saber más incluso un adelanto de la trama, es mejor recurrir a la web de Letralia que se hizo eco de las declaraciones de Wylie en la 60ª Feria del Libro de Frankfurt. Esto va de ferias. Se admiten comentarios.

20 de octubre de 2008

Post Mortem

Por favor hablad MAL de mí cuando haya muerto.


Es una necesidad que tengo. Basta de días grises en los que cualquier declaración devuelve (o al menos eso creen) la vida a ilustres muertos que fueron desgraciados vivos, como cualquier ser humano. No me creo que, por ejemplo Walser, aceptara que hablaran de sus bondades o lindezas una vez sepultado por la nieve en acto voluntario de inconsciencia; tampoco que a Joseph Roth le hiciera gracia que destacaran su sensibilidad a la hora de emitir pensamientos puros en las múltiples ocasiones en las que se encontraba ebrio, paseando bajo los puentes del Sena en busca de algo en lo que engancharse y cometiendo tal vez las más bajas vejaciones hacia la vida y sus moradores; o sencillamente que Bohumil Hrabal, columpiándose en la ventana del sanatorio mientras pensaba el dolor que hacen unas alas al nacer en la espalda, cuya raíz se clava visceral en el espacio de las costillas, construyera a modo de hilo casto su vida durante la caída.


Yo autorizo, rubrico con mi propio puño y ruego (aunque ande harto de religiosidad), a los que me conocieron un día o a aquéllos que me intuyeron algún otro, que cuenten todos los defectos que un día abracé para intentar ser más humano, que descubran los caminos torcidos, la tercera orilla que los mantiene, los paseos por la negritud, justo después del alba, los efectos de amar no sólo a quién te va a facilitar la vida, la marea que provoca gritar en una playa atestada de veraneantes; el nado lento durante la noche, intentando alcanzar una plataforma alejada de la tierra, y escuchando las risas acumuladas del día que te van cansando los brazos.


Amigos, si sois tales, lincharme de sutilezas humanas, de errores creativos, de equivocados caminos y falsas esperanzas; eso me alejará de la tierra, dejando la humanidad para emprender un nuevo viaje.

Post Mortem, eso sí... que en vida necesito amor y tiempo para equivocarme.

17 de octubre de 2008

TARDE-DE SETAS y SIN PIES NI CABEZA



Estuvimos saltando, ¿verdad? Tal vez no encontrábamos el lugar exacto en el que esas pequeñas y deliciosas especies que la erudición acertó en llamar Boletus. Surgen como pequeñas huellas de la enfermedad de un suelo, el que pisamos, que pide a gritos un cambio en los humanos. Se esconden, como no podía ser de otra forma, y generan la paranoia en el buscador que sin probar, otro tipo de la misma especie, comienza al cabo de unas horas, a experimentar una serie de mareos que invitan a tomar asiento y disfrutar de un día cualquiera de la semana en la sierra de Madrid, que quizá sea otro de los fines en sí mismo que podrían rodear una sencilla jornada alejada del humo, la contaminación, el estrés (se escribe así o tal vez esté nervioso) de Madrid. Trepamos y lo hicimos hasta alcanzar una gran altura, todo porque escuchábamos unas voces, semejantes a las de los humanos y nos extrañó (ya en el aparcamiento advertimos la existencia cercana de esta terrible especie). Escalar nunca fue tan difícil con una cesta de mimbre que lejos de servir de apoyo te convierte en ese mismo material que al apoyarse en el suelo cruje, como si de óxido pudiera tratarse; y allí, con una navaja en forma de garfio, dirigiendo la mirada ubicua hacia todos los lugares y consiguiendo que el contraste de los colores, alejado de una superficie plana, adquiera relieve. Todo expuesto al olor de una joven indefensa proveniente de las últimas lluvias que en vez de purificar dieron vida. Saltábamos entre las piedras que impedían con esmero nuestro paso, pero nuestra obsesión ya borrosa ya ausente se convertía en el hálito de nuestra excursión. Fueron ocho los que sacamos de sus últimos refugios y después, como si de un hilo de agua se tratara, nos dejamos llevar hasta la orilla izquierda del camino, la incomprendida pero la que nos señalaba la salida de un bosque lleno de Amanitas: que generan sin descuido un producto químico para hacerla imposible al paladar de los hombres.


He de reconocer que hoy todavía continúa el efecto (apréciese en las letras que no tienen ni pies ni cabeza).

Lo siento, pero esto es una tarde de setas de la que mucho tengo que agradecer a mi amigo Jesús.


15 de octubre de 2008

Un Estremecimiento

Tiemblo, me asusto y a mi lado ella tiembla también, no sé si por el estremecimiento que he provocado en la cama sobre la que flotamos a la intemperie de la noche o porque la transmisión de los sentidos es posible por la cercanía, por los sufrimientos comunes o preocupaciones. Se agita.


Tiemblo, una escalera infinita se tiende bajo mis pies, los escalones son planos salvo el último, el que da el salto hacia el abismo, me estremezco y a ella la he despertado. Al abrir los ojos me encuentro con los suyos clavados en mi frente, donde varios puntos brillantes por el acopio de la luz lunar, reflejan temores. Me seca.



Tiemblo, esa escalera ahora está llena de peldaños, a medida que desciendo se van haciendo más profundos, me acelero en busca del siguiente sobre el que poner los dos pies para frenar su ritmo; el último existe pero inundado de agua, profundo; no quiero pisar en él y al evitarlo siento mi reflejo oscuro, como si mi cara viniera hacia mí. No está. Le… nada.

* Imágen: "Escalera", de Jesús Fopiani

13 de octubre de 2008

Yannis Ritsos, dador de vida



Por fin agarré el libro de la estantería, ahora desmontada por vicisitudes domésticas que no vienen a cuento (ni a poesía). Hablo de “Sueño de un Mediodía de Verano” de Yannis Ritsos una delicia editada por el FCE en sesenta minihojas que pareces acariciar cada vez que las pasas y si algo tienen en común es el estado del corazón del lector que permanece en suspenso durante la escasa hora de degustación.

Yannis Ritsos, nació en Monemvasiá, en el Peloponeso, en 1909, y murió en Atenas, en 1990. Cabe destacar de él que escribió poesía, novela, ensayo, además de pintar, actuar y bailar. Pese a nacer en el seno de una familia de terratenientes griegos, el compromiso político con la izquierda marca la vida de Ritsos, compromiso que le lleva a sufrir deportaciones, exilio, reclusiones en campos de concentración a lo largo de muchos años.

“Sueño de un Mediodía de Verano”, constituye una llamada al despertar de la naturaleza, pero sin duda un despertar acompañado de las sensaciones que de él tenemos los seres humanos. Yannis sabe quién son los espectadores adelantados para el noble arte de percibir: los niños; y sobre ellos, los que habitan en medios rurales y son capaces de estrechar la mano al sol, encerrar grillos en sus cajas, desnudar los arbustos y bañarse en el susurrar de los ríos. Al leer los poemas me he vuelto a reencontrar con esta literatura que transcurre con una gran sonoridad lírica y en la que los sentimientos humanos se entremezclan con las vivencias de la naturaleza, y ésta asume algunas de las acciones que a priori pertenecen al ser humano, o al menos eso creemos hasta el momento. Ritsos me traslada sin resistencia a las vivencias de aquél Eremita en Grecia con el que nos hizo soñar Hölderlin. Es todo un logro conseguir que nos sintamos responsables del transcurrir natural, alejado de las grises ciudades que se construyen sobre mantos verdes. Os dejo el inicio de uno de los poemas que a mi juicio resume de mejor forma la claridad poética del autor, sus objetivos y temas:


“Anoche los niños no durmieron. Habían encerrado un montón de cigarras en la cajita de los lápices y las cigarras cantaban bajo sus almohadas una canción que los niños conocían desde siempre, pero que olvidaban al despuntar el día”


Llegados a este punto dos agradecimientos importantes, en primer lugar a la traductora de esta obra, trabajo arduo y tan poco reconocido pero necesario. Gracias a la mexicana Selma Ancira, y al Fondo de Cultura Económica por su publicación.
Y sobre todo gracias al joven poeta mexicano Emiliano Álvarez, amigo, por descubrirme con tanto cariño a Ritsos. Atrás quedó esa tarde literaria que anunció, con su brevedad, la necesidad de más.

9 de octubre de 2008

Es la guerra

(Trabajo) muy cerca del (aeródromo) de Cuatro Vientos. Hoy un (avión) que parecía, desde la lejanía, impulsado por una (mano) invisible, ha dejado, al paso por (nuestro) edificio, un horrendo (sonido) de motor fabricado hace siglos; éste se ha combinado con la máquina (taladradora) de las obras cercanas al (azul) y me ha provocado una insólita reacción: arrojarme al suelo, de la última (planta), la que siempre aplasta a todas las demás. El ruido se ha (perdido) tras las lomas del cementerio que deslumbrantes se atisban desde el vértigo, pero la máquina taladradora sigue golpeando mi oído, mucho me (temo) que nunca terminen las obras.


( )

8 de octubre de 2008

Día de perros

Como un pensamiento que te puede afrentar a cualquier hora del día, a mí normalmente me recurre por los mañanas, cada vez que coinciden dos perros y se reconocen de la misma especie, se ladran, se miran hasta perderse definitivamente de vista, se huelen, algunos voltean indiferentes pero sabiendo que el otro se encuentra aún cerca.
No sé por qué nos cuesta tanto a los humanos reconocernos.

6 de octubre de 2008

Los vecinos de arriba son fantasmas ( I )

La verdad es que no conozco las razones por las cuales contarlo pero supongo que como todas, tendrá un trasfondo inconsciente de necesidad.

Este post será sólo para contar el origen de esta percepción ya incrustada en el mundo de las ideas (aunque no lo parezca, el nuestro). Todos los días, entre las 23h y las 0h, sin pasar un minuto ni por exceso ni por defecto escuchamos, encima de nosotros y a veces con gran sonoridad, un arrastrar enérgico de muebles e incluso de herramientas metálicas (en ocasiones podemos disfrutar también de una serie de pasitos que nos hace deducir que son dos personas los vecinos de arriba).

Esta situación sería aparentemente normal si no fuera porque vivimos en un tercero de un humilde bloque con tres pisos. Sería normal si no fuera porque repercute de la misma manera y violencia en los techos de todos los vecinos, desde la del bajo hasta el tercero, pasando por la incredulidad de los del primero. Y sería normal si no fuera porque se ha convertido en una rutina cotidiana que inquieta a algunos vecinos a juzgar por el silencio con el que prefieren abordar la cuestión.

Primero fue la detección de la situación y puesta en común. Hace unos tres años lo quisimos comentar en una reunión de vecinos. Hasta ese momento, eran siempre los vecinos del tercero (y para mí los del "cuarto") los que arrastraban una pesada cama metálica de uno a otro extremo de la habitación, entre las once y las doce de la noche, previsiblemente para hacer más funcional el espacio. A veces esa cama no quedaba a gusto de los arrastrantes y repercutía en ligeros movimientos posteriores que me imagino congratulaban a sus moradores. Los vecinos, en un acto de generosidad forzada, nos confesaron que siempre creían que era una pauta habitual familiar (antes que yo, vivieron mis tías-abuelas), ya que lo llevaban escuchando desde hace muchos años y cuando nosotros llegamos, el arrastre continuó diariamente. Supongo que, muy al contrario de las pautas jurídicas, en las relaciones convecinales prima la presunta culpabilidad del otro, sobre el que recae el peso de las penas sociales en un recinto cuyas escrituras suelen atribuir al espacio común.

Observaba yo una conducta entre extraña y escéptica por parte de mis vecinos. La reunión en la que planteamos dicha cuestión (para mí novedosa) se realizó en nuestra propia casa y los vecinos miraban fijamente a la puerta de nuestra habitación, especialmente cuando se entreabría sola (las puertas de nuestra casa no cierran bien y cualquier corriente de aire pequeña suele provocar el efecto). De allí, al parecer surgían los ruidos y querían saber qué guardábamos. Esa reunión fue conflictiva por el gran número de cuestiones que se tenían que tratar (entre ellas la consiguiente). Comenzó tarde y acabó mucho peor: con los ruidos de mis vecinos de arriba. Todos guardaron un prolongado silencio el tiempo que duró el arrastre. Y después añadí: "de esto quería hablar también". Sin lugar a duda, era la primera vez en cuarenta años que les quedaba claro que los ruidos no salían exclusivamente de la habitación que pertenecía a nuestro hogar familiar sino que, como el resto, desde aquí también se escuchaba a "los de arriba" mover la cama de uno a otro lado, a veces con ensañamiento. Los vecinos hipnotizados no podían apartar su mirada de la puerta de nuestra habitación para cerciorarse de que efectivamente de allí no provenían los ruidos; mientras, al lado de la mesa donde se celebraba la reunión, tintineaban los cristales de las copas de la vitrina en la que guardábamos la vajilla menos mala y las botellas de tequila.
Se rompió aquella noche la creencia, convertida en aseveración, de que todos éramos fantasmas para nuestros vecinos de abajo.

4 de octubre de 2008

Lobos

Hoy mi mujer se ha levantado precipitadamente de madrugada. Me ha preguntado que dónde dormían los lobos. Asustado, no he sabido responder. Se ha vuelto a acostar tranquila al ver que uno le sonría a mis espaldas.

3 de octubre de 2008

La vida como la literatura

Me comenta Sergio Pitol, como lector suyo, que él es un apasionado del cuento de Chéjov, que ocupa además los primeros lugares en su estantería, tanto en la fija, como en la portátil, la que entra en una maleta de viaje.



Aprovecho aquí para recomendar la recopilación de Cuentos y Relatos de Sergio Pitol realizada por el Fondo de Cultura Económica, bajo la supervisión del propio autor, que constituye el volumen III de su obra completa. Acabo de empezar a leerlo hoy y estoy disfrutando, como si de un cuento se tratase, con el mero prólogo que constituye un diario de Pitol de unos días que pasó en un centro médico de La Habana hace poco más de cuatro años. Es ahí, recordando el trabajo de recopilación de cuentos para esta edición del FCE, cuando el maestro hace referencia a Chéjov.



Dice Pitol que el ruso comienza sus cuentos como si hubiera avanzado ya dos páginas, de tal forma que el lector se ve sorprendido por una acción que debe conocer de antemano. A partir de ese momento, la trama se va a suceder manteniendo en todo momento la tensión hasta de pronto llegar a un final, normalmente abierto, que nos va a hacer reflexionar. Dice, además, que cualquier lectura posterior de Chéjov nos va a conducir a unas conclusiones (visiones) diferentes, entiendo que por eso mismo el valor subjetivo que otorga el lector es tan importante en sus cuentos: se actualiza conforme le imprimimos nuestra experiencia personal.



A tenor del cuento, nos dice Pitol, que lo verdaderamente importante es el inicio y el final, que atrapen al lector, lo envuelvan y le inviten a colaborar en la elaboración de la historia; el relleno sólo debe cumplir la función de tensión.



De cualquier forma, el arte de contar es heterogéneo y en él confluyen múltiples visiones y experiencias, todas válidas y enriquecedoras que en cualquier caso te dan la opción de abandonar.



Todas estas ideas, tal vez algo desordenadas, me recuerdan a la propia realidad cotidiana que vivimos como iniciada en un par de páginas más adelante y sobre la que casi nunca adoptamos el papel de lector.

 
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