13 de octubre de 2008

Yannis Ritsos, dador de vida



Por fin agarré el libro de la estantería, ahora desmontada por vicisitudes domésticas que no vienen a cuento (ni a poesía). Hablo de “Sueño de un Mediodía de Verano” de Yannis Ritsos una delicia editada por el FCE en sesenta minihojas que pareces acariciar cada vez que las pasas y si algo tienen en común es el estado del corazón del lector que permanece en suspenso durante la escasa hora de degustación.

Yannis Ritsos, nació en Monemvasiá, en el Peloponeso, en 1909, y murió en Atenas, en 1990. Cabe destacar de él que escribió poesía, novela, ensayo, además de pintar, actuar y bailar. Pese a nacer en el seno de una familia de terratenientes griegos, el compromiso político con la izquierda marca la vida de Ritsos, compromiso que le lleva a sufrir deportaciones, exilio, reclusiones en campos de concentración a lo largo de muchos años.

“Sueño de un Mediodía de Verano”, constituye una llamada al despertar de la naturaleza, pero sin duda un despertar acompañado de las sensaciones que de él tenemos los seres humanos. Yannis sabe quién son los espectadores adelantados para el noble arte de percibir: los niños; y sobre ellos, los que habitan en medios rurales y son capaces de estrechar la mano al sol, encerrar grillos en sus cajas, desnudar los arbustos y bañarse en el susurrar de los ríos. Al leer los poemas me he vuelto a reencontrar con esta literatura que transcurre con una gran sonoridad lírica y en la que los sentimientos humanos se entremezclan con las vivencias de la naturaleza, y ésta asume algunas de las acciones que a priori pertenecen al ser humano, o al menos eso creemos hasta el momento. Ritsos me traslada sin resistencia a las vivencias de aquél Eremita en Grecia con el que nos hizo soñar Hölderlin. Es todo un logro conseguir que nos sintamos responsables del transcurrir natural, alejado de las grises ciudades que se construyen sobre mantos verdes. Os dejo el inicio de uno de los poemas que a mi juicio resume de mejor forma la claridad poética del autor, sus objetivos y temas:


“Anoche los niños no durmieron. Habían encerrado un montón de cigarras en la cajita de los lápices y las cigarras cantaban bajo sus almohadas una canción que los niños conocían desde siempre, pero que olvidaban al despuntar el día”


Llegados a este punto dos agradecimientos importantes, en primer lugar a la traductora de esta obra, trabajo arduo y tan poco reconocido pero necesario. Gracias a la mexicana Selma Ancira, y al Fondo de Cultura Económica por su publicación.
Y sobre todo gracias al joven poeta mexicano Emiliano Álvarez, amigo, por descubrirme con tanto cariño a Ritsos. Atrás quedó esa tarde literaria que anunció, con su brevedad, la necesidad de más.

3 comentarios:

Bárbara dijo...

Hola,
No conocía al tal Ritsos. Lo apunto a la larga lista de cosas que me apetece leer y que descubro vía blog. (voy a tener que ser millonaria para poder leerlo todo).
Por cierto veo que entre los útlimos libros leídos está la Hªabreviada de la literatura. Yo soy muy de Vila Matas (sobre todo de El mal de Montano) pero he de confesar que su Hª me pareció un auténtico coñazo. ¿a ti te gustó?

Emiliano Álvarez dijo...

Gracias a ti. Aquélla tarde de compartir literatura y alimento contigo y Harumi, será siempre un recuerdo grato. Muy grato.

Yo mismo estoy escribiendo un pequeño ensayo sobre Ritsos... En cuanto lo acabe te lo paso. Me alegra saber que te gustó el libro. A mí me fascinó y encantó de tal manera que sentí desde el primer momento la responsabilidad de irlo repartiendo por el mundo.. Bueno, al menos entre las personas queridas.

Un gran abrazo.

Conrado Arranz dijo...

Pues sí Bárbara, como te comentaba en tu blog, a mi también me gusta Vila-Matas, creo que está marcando un espacio literario abierto a la invasión de los ausentes, y en el que yo por lo menos me encuentro muy a gusto. En lo particular, no cambiaba Historia abreviada por Bartleby y Compañía, con el que disfruté y sobre todo me abrió la puerta a muchos autores y a toda una concepción de la literatura, que pese a sentirla, reconforta verla escrita. Seguiré leyendo a Vila-Matas, sin duda.

Querido Emiliano, pues ni que decir tiene, gran y recordada tarde, aquella deliciosa comida yucateca (sopita de lima, cochinita, chile y unas cuantas León) en la Colonia del Valle, cerca de la calle Amores... se me olvidó el nombre del restaurante, la vejez o la distancia, quién sabe. No así el paseíto por la Condesa, el super helado, los hurtos sonoros en casa de los Pacheco (espero que no pasen por aquí)... pronto te daré noticias sobre esto, los paseos por la librería del Fondo, etc. Sí, por supuesto literatura. ¿No es eso la vida? Ojalá sigamos disfrutando de muchos como Ritsos y sobre todo descubriendo juntos.

 
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