Giré a mano izquierda y en la calle de lúgubre atmósfera; sí, la que tu y yo conocemos, encontré, esta vez solo, a mi sombra perseguida por su propia sombra y proyectadas sobre el tapiz conformado por baldosas uniformes que denominan acera y que se rompen cuando una cabeza cae y exclama que sufre los efectos de un alcohol derramado por la podredumbre de los hombres; tú estás al corriente y has absorbido pequeñas dosis que, como aceite, han quedado suspendidas en tu memoria. Luego observé la luz y me crucificó desde ambos lados de la calle como halos que quisieran atravesarme, pero sostuve mi pequeña libreta verde de una manera firme, simulando brindar contigo o tal vez imponiéndola a mi propia alma, ella, tu, me sostienes de un pasado incierto y un futuro certeramente apuntado por los dardos de una visión de la que huyo, amasado sobre los cimientos de la individualidad, del vacío a base de la desaparición de las intranquilidades. Es agotante parar, apoyarse y derramar tinta sobre fondos en blanco reflectantes. Me animalas, dirías, que es lo mismo que fascinas pero por una luz, imperfecta por
supuesto. Eran las ocho de la noche y me arropaste, me arropé perdón, porque solo; soy yo el perseguido por mi y ella proyecta el frío o lo que queda.

Génova está más vacía que nunca pero una rata, con una cuidada gabardina, sale de un portal para cruzar e insertarse en la alcantarilla más cercana, intentando no ser vista. Me anima en mi objetivo de llegar al Café Comercial, sentarme y pedir, lo más digno posible, un coñac.
3 comentarios:
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Hay algo que me fascina de las ratas, más desde que leí Firmin. Gracias por tu apoyo. Te leeré entre diálogos espesos de personajes vacíos. Bssssss. ;)
Un placer tu sola lectura, vacía... pero para completar. Un saludo, esta es tu casa TWoWIn y un beso... a distancia
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