9 de marzo de 2009

Vigilantes

Ella grita de forma desesperada a un lado del grueso muro, dice cosas inconexas pero arroja al vacío una sonoridad insana para cualquier mente que pueda permanecer anclada a un puerto gris; está de pie y golpea el muro con los puños cerrados, confundo el dolor de la impotencia física con la espiritual. Él, sin embargo, yace inmóvil al otro lado de la fría frontera, levantada por seres semejantes, en su distinción; su cuerpo dibuja una escorzada forma de camarón aunque a mi no me da ninguna pena, es más, me resulta violentamente divertido su manera de retorcerse sobre el pavimento; emite un permanente sonido de queja sostenida en agudo. Los domingos se multiplican los cánticos a uno y otro lado, pero sólo yo, incólume y con un fusil sostenido por ambas manos, paseo por la parte más alta del muro escuchando lo que a cada uno le falta.

3 comentarios:

Bárbara dijo...

Este post y el anterior me han parecido muy buenos. Sólo eso vine a decirte.

Araceli Esteves dijo...

Muy bueno, sí señor. Qué extraño debe ser el mundo del centinela.

Conrado Arranz dijo...

Bárbara, nunca "sólo" tuvo tanto sentido. Te mando un fuerte abrazo.

el pasado que me espera, me dirás raro, pero yo algunas veces me siento uno más y huyo. Un abrazo.

 
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