14 de mayo de 2009

Lucha de gigantes

a Antonio Vega in memoriam


Por supuesto, vivimos con miedo, aunque si nos fijamos bien apenas tenemos algo que perder. Nos han presentado un mundo que lucha por encerrarse cada vez más en sí mismo, se aísla y pone límites artificiales en sus relaciones. Las diferencias físicas, el miedo a la apariencia, han ido prestando espacio al pavor que provoca la unión de los que no tienen. Frente a ellos, los líderes que abanderan mástiles vacíos pero que representan el bienestar de todos, recogen los frutos de ese miedo que ha ido sembrando la ventura a lo largo de estos últimos años. La sociedad se ha convertido en un pequeño mercado en el que se está constantemente regateando, algunos regresan al final del día a casa con la sensación de que han triunfado, han comprado a un menor precio, se han hecho respetar por sus semejantes, están colmando en definitiva el nivel de ambición que se habían propuesto, son triunfadores y por extensión felices. Mejor aún, el problema es que triunfadores somos todos, la sociedad nos presta el beneplácito de situarse al nivel que necesitamos, después nos lo irá cobrando por otro lado; total, nunca llegaremos a un acuerdo para objetivar el bienestar, para calmar la ambición irracional, y sobre todo somos seres humanos y necesitamos más adornos para vernos bien, para tapar nuestras miserias, para sentirnos admirados. Pero pasear entre los rascacielos da complejo de inferioridad, pronto necesitaremos un despacho en el último piso del más alto de todos ellos para contemplar al resto desde otra perspectiva y de paso estar más cerca del sol. En los bajos, siempre habrá un bar y alguien colocado en la barra en postura escorzada, sin poder recibir tan siquiera un rayo de luz, cuanto más algún reflejo de tanta ventana impostora que brilla para fagocitar el espíritu con su poder de atracción, si nos fijamos bien: no son transparentes más que en la noche, cuando los individuos se marchan y dejan encendidas las luces. El refugio sin embargo será infame y, sin sentirlo, cuando seamos conscientes de que nadie nos sigue a aquel lugar inhóspito, algo entrará dentro de nosotros y nos demostrará con su canto que el fracaso no es un concepto tan negativo como nos lo habían enseñado; el miedo actúa de parasol de esos reflejos falsos que opacan la visión pura y cristalina del ser. Al salir del bar, seguramente sólo escucharemos silencio, y ese pequeño pitido lejano que por inasible, constituirá una utopía escucharlo más alto. Por supuesto, el resto de personas, o al menos la mayoría, habrán desaparecido. Eso, o que tal vez sigamos borrachos, cómodos en nuestra silla y recostados sobre la mesa coja de madera carcomida por los restos de alcohol y miseria.


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Lucha de gigantes

convierte,

el aire en gas natural

un duelo salvaje

advierte,

lo cerca que ando de entrar

en un mundo descomunal

siento mi fragilidad.

Vaya pesadilla

corriendo,

con una bestia detrás

dime que es mentira todo,

un sueño tonto y no más

me da miedo la inmensidad

donde nadie oye mi voz.

Deja de engañar

no quieras ocultar

que has pasado sin tropezar

monstruo de papel

no sé contra quien voy

o es que acaso hay alguien más aquí.

Creo en los fantasmas terribles

de algún extraño lugar

y en mis tonterías

para hacer tu risa estallar.

Deja de engañar

no quieras ocultar

que has pasado sin tropezar

monstruo de papel

no sé contra quien voy

o es que acaso hay alguien más aquí.

Deja que pasemos sin miedo.

Antonio Vega



2 comentarios:

Mars dijo...

era un gran poeta a la vez que un gran catautor , donde quiera que este seguira tocando su guitarra.Descansa Antonio

Conrado Arranz dijo...

Sigue con nosotros. O nosotros con él. Un saludo Mars.

 
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