19 de septiembre de 2007

Los libros.

(…a Elena, con cariño).


Hace ya unos días me asustó una conversación con una compañera. “Yo es que no podría leer eso”, me dijo mientras miraba de reojo la novela “2666” de Bolaño que tenía bajo el brazo. ¿Por qué no podrías? (siempre intento no pensar mal a la primera). “Estoy esperando que avance la ciencia”.

Como podéis imaginar, mi cara de estupefacción le animó a seguir hablando. “El otro día ya presentaron una primera prueba de los libros digitales; esos que son como una pantalla fina, ligera que van reflejando las páginas de los libros (las letras claro, no las páginas). La conectas al ordenador, te lo bajas de Internet (se supone que pagando antes al editor con la esperanza de que algo le llegue al autor… eso espero) y después tan solo cargas con tu libro digital”.

No me podía creer que eso fuera a existir. “¿No es así la música ahora?”. Yo le dije que no; que no es lo mismo la música que los libros; un disco, un cd, un cassette, un archivo Mp3, lo alojas en un reproductor y te olvidas de él, tan solo los vinilos te hacen recordar que lo son cuando de forma permanente hacen un ligero chasquido. Pero los libros… mantienen el roce físico constante con el ser humano que disfruta de ellos, acogen las lágrimas del lector en sus páginas, conservan las arrugas causadas por el avanzar de una aventura, por las dificultades de la vida. Los libros son un eco de tu existencia: se contagian de tu olor, del color que te rodea, de la quietud del tiempo, de la inquietud del lector.

Después, como a un niño al que le arrebatan los caramelos con violencia, pensé en mi ritual del libro nuevo: acostarme, sentir el libro recién adquirido en mis manos, agitar sus hojas para olerlo bien, leer el primer capítulo o las primeras estrofas bajo la luz de la lámpara de la mesilla que se empeña en no llegar a todos los rincones, mientras… sentir el tacto del papel como si alguien acariciara mis yemas; hay un momento en el que incluso afirmo que puede estar vivo. ¿Quién iba a poder generar todas esas sensaciones?

Pienso luego en ese aparato: una hoja retro-iluminada en la que leer sin tener que pasar página, una hoja sin dedicatoria posible, sin erratas de imprenta, con el único olor de algo nuevo y el sonido permanente de que está encendido. También imagino mi humilde biblioteca vacía y creo a primera vista que sería un reflejo de mi mismo.

En definitiva, este blog nace con la certeza de que la literatura y la ciencia pueden convivir sin agredirse y que, en cualquier caso, los límites los marcamos los humanos… al igual que las fronteras. “El Libro Vacío” es aquél que no tiene nada escrito, pero existe y nos está esperando.

8 comentarios:

patri dijo...

Estoy completamente deacuerdo con tigo; donde va a quedar el meterse en la cama con un buen libro, quedarse dormido con el en las manos y despertarte de un salto, por el ruido que a hecho el jodio al caerse al suelo.
Bueno ya fuera de bromas, no me gustaria terminar con libros digitales, primero porque son malisimos para los ojos y segundo porque perdería todo su encanto.
1 Saludo

Anónimo dijo...

Espero que este blog traiga consigo infinitas aportaciones a los locos perseguidores de la palabra convertida en vida, de la realidad literaria, de la irrealidad literaria y de todo el universo que se crea en torno a los que perseguimos los sueños que muchos cumplieron. Te mando un saludo, Conrado, a ti que te conozco de poco(un curso intensivo en la escuela de escritores), pero que aun así te acordaste de mi para informarme de esta nueva aventura bloggeriana. Y a Ulises del mismo modo un saludo.
KB

Anónimo dijo...

Cuánta razón tienes Conrad, yo, si no tengo un libro encima de la mesilla que me acompañe un rato antes de dormir, me siento extraña.

Creo que nunca será lo mismo leer en una pantalla digital que tener el libro entre las manos. Y poder disfrutarlo en el metro, en el tren, antes de ir a dormir, tumbado en el sillón cuando tienes un momentito de tranquilidad...

Animo, me ha gustado mucho...

Anónimo dijo...

Me alegro por tu capacidad de apreciar y aprovechar el desarrollo de las nuevas tecnologías y la defensa nostálgíca de un placer tan antiguo como la lectura, que visto las actitudes de algunos jóvenes da miedo pensar que en un futuro pueda ser una especie en extinción. Y sobre todo en nuestro país en el que todo el mundo quiere se leído y escuchado y pocos quieren leer y escuchar. El día que todos mejoremos en tan sencillas destrezas el mundo será mejor.

Anónimo dijo...

Saludos, CONRADO.
Tienes un blog estupendo

Juli González dijo...

Conrado, gracias por esas lindas palabras en mi blog. Ojalá regrese pronto por allí. Mi última bitácora tiene ahora que ver son San Sebastián, por si acaso.

Un saludo! Voy a pasearme por El libro vacío... hasta pronto.

Karina de Ávila dijo...

Gracias por tus comentarios en mi blog. A decir verdad, mi ánimo es tan triangular... Escribo mucho, no creo que cosas buenas, pero la falta de tiempo no me deja pasarlo al blog. El tuyo me parece muy interesante, sobre todo este artículo. Cuando compro un libro nuevo, repaso su aroma infinidad de veces. Quisiera tener ese olor impregnado en mi piel. No imagino vivir sin un libro en mis manos.

Anónimo dijo...

¿Y si se le descarga la batería al dichoso cacharro...?
Pensemos un poco en el tema. Imaginemos un escenario postatómico, con la civilización humana destruida. No hay corriente eléctrica disponible. Ningún aparato tecnológico funciona. Sin embargo, entre las ruinas, salvado milagrosamente del desastre, sobrevive un ejemplar del "Quijote" con las esquinas un poco requemadas pero legible. (Eso sí, sólo de la segunda parte; menos da una piedra.) ¿Puede prometer un prodigio semejante Microsoft?

 
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