5 de enero de 2009

Sara, en su isla

“Es tarde, se hizo de día, menos mal que está nublado”
(“Los aviones”, Andrés Calamaro)



Acostumbraba como regocijo a sentarse en un banco a los pies de la ladera cuyo fin era el mar. Desde allí, dejaba rodar un canto hasta que se precipitaba por el acantilado. Su cara coincidía con la verdad que buscaba y ocultaba, sin apenas concierto, el ser atribulado. Desde su banco iba escuchando las historias de los viajeros que acudían para conocer las fantasías que un día un viejo escritor plasmó en un libro. Eran viajeros vetustos y sabios mientras que ella todavía no conocía las arrugas más allá de sus ojos cansados. Los viajeros contaban y ella con su silencio daba consejos; nadie, salvo un muchacho de su infancia, conoció nunca el timbre de su habla. En su altura el viento encumbra su pelo ondulado para sustituir las palabras que un día, presas de sí mismas, decidieron hacer bandera en el interior de Sara.

Hace ya dos años que huye y el cansancio apenas es sofocado con el eco de las olas al acariciar la arena, un arrullo que termina por dormir a Sara y la confina durante el día en su destino de duna y juego infantil en la playa, hasta que en la noche el agua limpia en la crecida su cuerpo blanquecino y muestra el espejo con el que la luna quiere caminar por tierra firme, sola en la isla cuyo insondable mar es el único límite.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegra ver que tu libro se va llenando. Un abrazo y feliz 2009.

Anónimo dijo...

Antes que huya, mejor será izar esas palabras. Son banderas con los mismos colores y a la orden de la misma ventolera que aparecen en el segundo de los párrafos.
Un abrazo.

(Estas Saruchas...)

Bárbara dijo...

Qué bonito. Yo no sé por qué nos gusta tanto mirar el mar. Puede que porque nos devuelva nuestra verdadera condición de islas solitarias que somos.

Conrado Arranz dijo...

Leandro H, se va llenando con gente cerca como tú. Feliz 2009 a ti también, cargado de buenas noticias, serenidad, para emprender nuevos proyectos y fructíferos... de los que sin duda eres capaz.

Alberto M, me da la sensación de que eso mismo que defines es justo lo contrario a lo que está sucediendo... se pierden las banderas cargadas de palabras y se difuminan los propósitos de los gobiernos en colores cada vez más difusos, descoloridos y tendentes al blanco y negro. Ojalá alcemos juntos más palabras.

Bárbara, envidio tu suerte de poder acercarte al mar... a mi me queda la solitaria sensación de esfuerzo por intentarlo encontrar en la urbe... y recuerdo de vez en cuando la canción de Mártires del Compás que dice: "Si España fuese un donuts, Madrid no existiría, y Albacete tendría una playa...". Somos islas.

Araceli Esteves dijo...

Un relato hermoso. Es muy cierto que las mejores cosas a menudo se dicen en silencio.Abrazo.

Anónimo dijo...

Hombre, don Conrado, entiende que yo quería interpretar a Sara que, al encantarme, pues me he dejado llevar a no sé dónde (donde ella quiera, en realidad).
Los gobiernos, pasé un poco.
Pero, claro, tienes razón en esto que me apuntas.
Y sí, a ver si las alcanzamos, que vuelan, como los precios, que dicen hoy en los telediarios.

Conrado Arranz dijo...

el pasado que me espera, totalmente de acuerdo. Hoy una capa de varios centímetros cubre por completo Madrid, observarla en silencio dice tanto... nunca Madrid ha estado tan pura.

Alberto M, busquemos a Sara y a la vez dejémonos llevar.

 
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