15 de diciembre de 2008

Carceleros


Para Jesús B.

Descorre el latón oxidado que cubre la oblonga mirilla de la celda. Su cabeza retrocede con cierta violencia y vuelve a pegarse a las rejas. Dice algo que no llego a entender porque el frío metálico se traga las palabras. Cierra de golpe el metal y lo vuelve a abrir como si fuese un juego de niños e intentase encontrar a alguien dentro. Dudo que éste tenga las mismas ganas de jugar. Grita. Me acerco sigilosamente por su espalda con miedo a ser reconocido aunque seguro de mi omnipresencia. Él parece que habla para sí mismo y entiendo: “no puede ser, no puede ser, dónde está”. Apoyo mi barbilla sobre su hombro, me gusta el contacto con los personajes, de él me llega su sobrio aliento consternado. Dentro veo como un preso se retuerce en su mudez con los brazos envueltos en una camisa de fuerza blanca. Pronto llegan nuevos carceleros alarmados por los gritos de su compañero. Pierdo visión alguna con el preso y ellos parece que nunca la tuvieron.

4 comentarios:

Txell Sales dijo...

Me ha gustado mucho, sobre todo la frase final. Ni siquiera hacía falta que la marcaras. Brilla por sí misma.

marichuy dijo...

Auch, que manera tan impresionante de crear atmósferas y transmitir esa sensación de agobio. Estupendo

Saludos y gracias por tu visita.

Conrado Arranz dijo...

Txell, supongo que en la mayor parte de las ocasiones tenemos más capacidad para ver presos. Gracias

Marichuy, el placer es mío, la atmósfera nuestra.

Bárbara dijo...

Creo saber de lo que hablas, aunque nunca estoy segura del todo. De que es hermoso, sí.

 
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