5 de abril de 2010
MUDANZA
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Etiquetas: Copal y Ocote, Dublinesca, Enrique Vila-Matas
4 de febrero de 2010
Fin
Esto no es una despedida, es un fin. Sucede cuando un nombre es incapaz de sostener una identidad, cuando de repente se observa y ha perdido demasiadas gotas de esencia como para recomponerse. El libro vacío ha sido incapaz de volverse a escribir porque las palabras pedían a gritos silencio, y éste no ha llegado ni siquiera a tiempo. Gracias amigos/as por este bonito y ficticio tiempo.
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Etiquetas: fin
11 de enero de 2010
el último cielo
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Etiquetas: Eugenio Cambaceres, literatura argentina, literatura hispanoamericana, Sin rumbo
30 de diciembre de 2009
Feliz diciembre
Que tengan un feliz año 2010 desde Copenhague
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Etiquetas: Copenhague, globalización, relatos
1 de diciembre de 2009
José Emilio Pacheco
Dicho el responso en letra chica, comienzo el exordio en letra grande: cuánto me alegro de corazón que José Emilio Pacheco gane el Premio Cervantes de las Letras, no por lo que representa, sino por él, seguramente la persona más humilde que he conocido nunca. La historia se remonta a la lectura de “Las batallas en el desierto”, libro que, después de haber leído su poesía, anhelaba tener, palpar y como luego sucedió: devorarlo en unas horitas, haciéndome plantear mi pasado, como si de un ensayo sobre el psicoanálisis se tratara. Este libro nos lo regaló un gran amigo mexicano, escritor, en cuya primera página, esa completamente blanca que tanto miedo da al abrir, dispuso su dedicatoria personal. Después, ya en noviembre del corriente año, tuve la oportunidad de conocer en persona al autor, en Casa de América, escucharlo recitar y aportar los datos biográficos en cada nuevo poema publicado con Visor. Fue una tarde apacible, no parecía que estuviésemos en una conferencia o lectura, sino en un son armónico, donde circulaban las palabras humildes, cotidianas, sin moldes, algo traviesas y de una velada subversión, buscando acomodo en la aristocrática sala del Palacio de Linares. Buena presentación del poeta Benjamín Prado, rigurosa, halagadora hacia la figura del que es uno de los mejores poetas vivos de la lengua castellana, resuenan Gamoneda y Gelman también. José Emilio Pacheco habló con el corazón en la mano y sin ropajes, descubriéndonos a todos el mendigo literario que tiene dentro, sin picaresca, el ansia de que la letras mexicanas sean reconocidas como se merecen, de que nos interesemos en los jóvenes poetas, en su pureza y empuje (yo aporto dos nombres que no dejarán indiferentes, Emiliano Álvarez, Anaïs Abreu), la literatura no es sólo lo que se promociona, sino lo auténtico y original que tenemos cada uno dentro, José Emilio no rechaza nunca ningún escrito que provenga de un joven escritor, así ocurrió ese mismo día al aceptar la primera novela de Francisco Negrete con un auténtico “por supuesto, la leeré”. Nos confesó que había decidido hace cinco años no volver a escribir por una ilusa sensación de exceso de obra, pero que pensó que si no hablaba él desde la vejez lo harían otros en su nombre, y se lo agradece, pero prefiere hacerlo él, si vive. También reveló que la vejez no le hace más clarividente (“ya os daréis cuenta”), y que cuándo le preguntan algo sobre el futuro, suele responder “de 2010 a 2020 van a ocurrir todas las cosas que menos imaginemos…, pensando de esta forma nunca se falla”. De su obra le cuesta mucho hablar, “sólo” cuenta cómo surgió el poema, dónde, en qué hecho que para muchos parecería sin importancia, y si le obligan a decantarse afirma, “sí, hay una cosa que hago maravillosamente, poner grandes epílogos que opacan mi poesía”. Como la sinceridad a veces se adueña de las palabras… nos acercamos, al final del encuentro, a que nos firmara la edición de “Las batallas en el desierto”, le hizo mucha ilusión encontrársela y al ver que la primera página estaba ya firmada dijo, “pues yo aquí abajito, que no se me vea mucho, porque no hay nada más puro que el sublime acto de regalar un libro…” y puso su dedicatoria, aprovechando los nombres de la anterior y escribiendo algo que a día de hoy no alcanzamos todavía a descifrar.
¿No he escrito demasiado para decir que mi idilio comenzó con una sencilla lectura, se consolidó con sus poemas y no me defraudó con su presencia? Creo que sí, como no podría ser de otra forma, no he estado a la altura de José Emilio.
Imagen: José Emilio Pacheco visto por Sciammarella
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Etiquetas: Antonio Gamoneda, Benjamín Prado, Cervantes, José Emilio Pacheco, Juan Gelman, Las batallas en el desierto, Mario Benedetti
12 de noviembre de 2009
REVUELTO, un día cualquiera de otoño
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Etiquetas: Carlos Reygadas, dios, gps, herejes, naturaleza, Octavio Paz, setas, soledad
27 de octubre de 2009
Génesis y desaparición
(Relación de Michoacán, p.302)
Cada día por la mañana el telón que representa mis párpados se abre esperando que el sol siga exactamente en el mismo lugar en donde engendró a la tierra, justo en el lado opuesto en el que la luna poco antes ha desaparecido, esquiva como siempre de la luz, aunque algunas veces se asome al fruto de su creación a través de una velada cortina.
Otras veces me levanto por la noche, insensato, buscando soles en el interior del vehículo que me arrastra por el día a través de caminos aceptados, sí, pero para nada gratos.
Octubre, y más tratándose del final del mismo, se rellena de múltiples colores que nos recuerdan el caos, el triste martirio de los hombres, imposibilitados de ver las cosas en blanco y negro, nuestra propia esencia como seres humanos que vagamos en una confusa existencia plagada de objetos, la mayor parte inservibles, que colorean nuestro tono gris; hombres grises videntes de color.
Nado en el caos o tal vez el caos flote sobre mi nada. Llevo meses intentando ordenar el mismo, pero ni las fuerzas ni los resultados me acompañan. Para esto, la sociedad no ayuda, porque sigue su curso en apariencia ordenado y genera una especie de complejo provocado por lo inalcanzable de la perfección; su curso ordenado, pero sin saber qué curso. Ayer, tras muchos meses, hice un serio esfuerzo por no hacer nada con respecto a este caos, simplemente encender un foco que colgaba de un hierro negro que a su vez se sustentaba en la misma mesa en la que intentaba leer sin pensar en ese caos que seguía girando en torno a mi.
Me ayuda conocer algo de la historia de las culturas amerindias. Ellas estaban en contacto con la Naturaleza, conocían al hombre como parte de ella y por tanto nos convertían en seres imprevisibles pero dentro de un orden, seres ordenados pero originados por el caos. ¿Qué sería de esas culturas antiguas cuya filosofía fue erradicada a golpe de Renacimiento? Ellas siguen siendo eslabón silencioso de nuestra existencia, conscientes de que el hombre surgía del caos y hacia el caos se conducía, habitantes temporales de la tierra-madre que un día sería ocupada por otros hombres. Bajaron los brazos y permitieron la conquista por parte de hombres que portaban ese caos en forma de antorcha, oro, esmeraldas y un único Dios piadoso en el que se refugiaban para llevar a cabo la expoliación, masacre y redención de un pueblo en apariencia salvaje.
“Lo que distingue a los mitos de destrucción del mito del diluvio es que, en el pensamiento de los mexicas, la destrucción está ligada de manera explícita a la creación del mundo. Todo lo que han hecho los dioses está destinado a la destrucción. La vida en la tierra es sólo un breve instante entre el caos inicial y el caos final” (p.200. “El sueño mexicano o el pensamiento interrumpido”, J. –M. G. Le Clézio).
Pero los hombres que llevaban la civilización se aprovecharon de todas las profecías amerindias y se ampararon en ese Dios único que decía ser justo para hacer reinar el caos de la destrucción indígena. Antes más bien ya estaba profetizada por ellos:
Dice Napuctun, sacerdote maya: “Esto sucederá en el cielo y en la tierra, en el tiempo del Duodécimo año Tun. Arderá el cielo, arderá la tierra y reinará la avaricia. Esto sucederá a causa de la sequía. Entonces imploraremos a Hurab Kum, el Dios único, y los ojos del gobernador llorarán durante siete años de sequía…”.
Hemos instaurado una civilización duradera para con nosotros mismos, pero en un espacio que no está preparado para soportarnos durante mucho tiempo. Confieso que un día se me ocurrió recubrir toda mi casa de madera, hice cuantos armarios empotrados pude, mesillas de alcornoque, forré de una plancha fina todas las paredes, también las lamas sobre las que descanso toda la noche son de madera, y el suelo que me mantiene en pie de tarima flotante, qué paradójico nombre. Pero este caos ha traído consigo una plaga de insaciables termitas y cada día que llego a casa me encuentro un pedazo menos de mi existencia, de mi orden conquistado. Estoy experimentando la sensación de un perro errante al que le han extirpado su máxima: la soledad, sin la que no es posible pensar.
Imagen: Códice Florentino, Fray Bernardino de Sahagún.
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Etiquetas: amerindios, Le Clézio, mayas, México, Napuctun, relatos, silencio
19 de octubre de 2009
Una pesadilla llamada Diego Armando
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9 de octubre de 2009
Desde el burladero
Cada vez me gusta más ver la vida desde el burladero; qué espanto, antes disfrutaba intentando hacer equilibrios en el centro del ruedo, siempre desde una postura lo menos ostentosa posible, pero al fin y al cabo ahí, en esa plaza que está en perenne temblor y dónde de vez en cuando se produce un sobresalto, poco placentero ¿acaso existe otro tipo de sobresaltos?, a veces lo comparo con una frase rotunda que cae como una piedra sobre la conciencia: “tenemos que hablar” y de antemano sabes que no es nada bueno porque cuando sí lo es, no es necesario hacer alarde de esa preciosa facultad que nos delata como seres humanos, que nos alienta a seguir enredándonos como los peces en una profunda red, sólo somos dueños de nuestro silencio (y esta frase como imaginaréis no es mía, demasiado perfecta, demasiado pulida y suave en su forma de acariciar nuestras conciencias). Pero el caso es que desde aquí, desde el burladero, me libro de la multitud de cuernos afilados que circulan muy cerca de nosotros de forma asidua y veo los accidentes desde otra perspectiva: cómo se amistan y enemistan a través de la materia y opulencia, cómo se unen y desunen por medio de las palabras, de los gestos embaucadores, de las estocadas por la espalda, cómo algunos llevan el bolsillo descosido mientras que otros poseen un morral gris oscuro rebosante de pequeñas perlas doradas, cómo la mayoría se conforma con un buen lugar en la plaza, ora sol ora sombra, y de tan inmóviles que están a veces pareciera que desaparecen por completo. Son tiempos de crisis, económicas y humanas, tiempos de oportunidades dirán algunos, pero la realidad es que hay menos para repartir y ni siquiera para permanecer tranquilos en el nivel en el que hemos decidido conformarnos. Yo, por mi parte, y sin abandonar el burladero, me he acogido a una promoción absurda de un gran almacén: “Llévate este paraguas de viaje por compra igual o superior a 50 € en libros”; y es que se ha puesto a llover, a diluviar, a caer pequeñas balas de acero resplandecientes hacia abajo (esto es un pleonasmo dedicado a Newton y a ti que tanto los odias) y nada mejor que un buen libro para evitar que el paraguas sea atravesado, no obstante y por si acaso, he dejado a éste reposando sobre mi hombro, no sea que por inercia mágica y ficción me agarre tan fuerte a él que comience a elevarme por encima de todo este ruedo y bien está que disfrute viendo las cosas desde el burladero, pero salir volando, a estas alturas, me parece aún algo exagerado.
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Etiquetas: burladero, crisis, Diario, paraguas, verborreidades
28 de septiembre de 2009
En busca de la forma
PD: Seguramente este texto estará plagado de imprecisiones literarias sustanciales.
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Etiquetas: forma, Juan Rulfo, Pablo Gallo, silencio, sustancia, verborreidades
17 de septiembre de 2009
Como plantas
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11 de septiembre de 2009
Nuevo blog: Nudo de palabras
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Etiquetas: blog, fotografía, nudo de palabras
4 de septiembre de 2009
Máscaras
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Etiquetas: Diario
24 de agosto de 2009
La serenidad violentada
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Etiquetas: estómago, Frida Kahlo, Graciela Iturbide, relatos
16 de agosto de 2009
Ante la obra de Graciela tal vez lo que más toque sea el silencio; un silencio sepulcral en nosotros mismos que viene configurado por el sentido de la muerte y de la naturaleza que cada uno de nosotros tenemos. También porque el espectador llano, como nosotros, se acerca a la fotografía con una profunda extrañeza (como si fuera la primera vez que reconocemos algo), pese a que la muestra es de una irreverente cercanía y una realista presentación. Ese es uno de los accesos al conocimiento que adquirimos de la mano de Graciela: el simbolismo y el surrealismo no están tan alejados de la realidad, simplemente tienen más que ver con la empatía, con el mimetismo del más realismo de los factores en estas circunstancias, el fotógrafo. Graciela no es ninguna impostora, es una mujer desnuda e invisible que nos regala su sentido, ni siquiera su mirada. A veces también se nos muestra (cumple con el instinto voyeur): como una verdadera seri, cuyos pies (“para qué os quiero”) permanecen hieráticos en la bañera profanada de Frida (donde yacen sus muletas enlazadas con un cuadro de Stalin), mordiendo las frías escamas de unas serpientes obscuras que le acercan un poquito más a la muerte…
Naturaleza y muerte son las vivencias y los sueños que Graciela plasma en su fotografía; una naturaleza siempre adulterada por algún elemento que indica la mano del hombre y la conduce a la sequedad, al hermetismo; una muerte húmeda, ceremonial, ritual, que se entremezcla con lo carnavalesco para definitivamente transgredir la línea de la religiosidad y hacer de los ritos un universo complejo, personal, del que Graciela se apodera solidariamente para retratar.
Tal vez la secuencia más impactante sea la colección de pequeñas fotografías (apenas perceptibles en la magna exposición si no fuese por la voracidad expresionista de su llamada) realizadas en 1978 en el cementerio de Dolores Hidalgo (Guanajuato), cuando la fotógrafa se encuentra en el entierro de una pequeña y la familia se aviene a posar e incluso a abrir el ataúd de la niña en un anhelo tal vez de eternidad momentánea. En el transcurso de la procesión, un cadáver, cuyos zapatos y pantalones están intactos a diferencia de la codicia con la que la mitad superior ha sido devorada por los buitres, corta el camino racional a la tumba de la pequeña; en lo alto miles de pájaros sobrevuelan el terreno, anuncian: la vida no es un camino recto, la muerte está al asalto de la naturaleza o ¿somos nosotros quienes la circundamos? Transcribo las sabias palabras de Graciela al respecto: “…En la vida todo está ligado: tu dolor y tu imaginación, que quizás te sirva para olvidarte de la realidad. Es una manera de mostrar cómo se liga lo que vives con lo que sueñas, y lo que sueñas con lo que haces y queda en el papel. […] Las obsesiones provocan apariciones. O mejor dicho, fomentan un estado mental que te hace ver lo que vas buscando”.
Por eso el dolor que causa la separación de un México tan ambiguo es contrarrestado por el contraste de las emociones inevitables que han causado sus imágenes en mí. Gracias Graciela Iturbide.
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Etiquetas: fotografía, Graciela Iturbide, Madrid, relatos
9 de julio de 2009
El hombre de piedra
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Etiquetas: naturaleza, relatos
26 de junio de 2009
Dudas
Una duda me entretiene para no pensar en otras;
cuando intento abarcarla en su unicidad se desborda
por los lados creando pequeñas dudas
que aprisionan a la más grande
como queriendo
(tal vez)
ser alimentadas por ella, de forma solemne
con una viscosa savia que me desinfla
hasta llenarme de contracturas, quebraderos, retorcimientos
que (por desgracia) paga mi almohada
un poco más tarde, cuando la noche
la transforma en dentelladas en un lecho salvaje
sobre el que reposa mi cabeza;
comenzará a sudar, convirtiendo el descanso
en los restos de una tormenta tropical
sobre Oaxaca.
Sigo en mi mesilla de día,
arrugando folios en blanco
con pocas letras escritos
que van cayendo al suelo
en espera de la noche.
16 de junio de 2009
Por eso les dieron alas
Imagen: "Voladora". Raquel Méndez (en la red).
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Etiquetas: existencia, hormigas, naturaleza, relatos, ventanas
28 de mayo de 2009
Escapa si puedes
Luego regresaré tarde a casa, habré perdido un gramo más de mi fe en el ser humano; mi mujer me recibirá con las mismas palabras de siempre, tal vez hoy sea uno de los días en los que me regale una sonrisa breve, tierna aunque desgastada, esta situación provocará de inmediato, como un gesto automático, que me abalance sobre ella y le abrace sin sentir nada. Con suerte ese día la cena estará preparada, si no seré yo el que improvisaré alguna fórmula para salir del paso ante esta cotidianeidad absurda. En la cena veremos, uno al lado del otro, la televisión, si es que conseguimos ponernos de acuerdo en el canal. Nos aburriremos seguramente de no prestarnos atención y nos iremos a acostar, también uno al lado del otro, cerrando nuestro día con un beso de los que se hacen sentir como una brisa, de los que no abren tan siquiera el mundo de los sueños, será simplemente como una desconexión del tiempo que recobraremos a la mañana siguiente gracias al molesto y repetitivo sonido de la alarma. Mañana será el mismo día que hoy pero con una cifra más sobre el calendario. Tal vez tenga la suerte de encontrarme en el camino hacia el trabajo a gente diferente y diversa que no me aporte nada o tal vez me encuentre con alguno de mis lectores, que aburrido de las novelas históricas de asesinatos que escribo, quiera acabar con el que les da vida sin siquiera conocer un poco de este Félix que pone aquí el punto y final de su existencia.
Tú, mientras tanto, pensarás que esta historia no tiene lógica, pero es que la vida es una especie de irregularidad de nuestra conciencia.
20 de mayo de 2009
Sobre la muerte de un poeta
"El silencio del mar
brama un juicio infinito"
Escrito por Conrado Arranz en 13:17 3 comentarios
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