17 de noviembre de 2008

Día de Perros

Al salir del trabajo no pude evitar la elegante postura de poner, por primera vez, los cuatro miembros articulados sobre el suelo, levantar la pierna derecha y mear (previa apertura de la cremallera e inclinación suficiente) en la farola que alumbraba la entrada del edificio que me da de comer. Volvía libre al redil donde el calor no se sustancia necesariamente en el vapor de la micción creada. Días después sentí la extraña confusión de perderme (no pederme) en los ladridos de una jauría de una tonalidad mayor. Ahora tengo el olfato más desarrollado, lo emplearé en la diversidad en la que me muevo, meneando el rabo.

Os dejo un artículo aparecido en la Revista de Arte y Literatura Cinosargo


GOMBROWICZIDAS

UNA CUESTIÓN DE PERROS
por Juan Carlos Gómez

Hace más o menos dos lustros, Eugenio Noworyta, mejor dicho, el Camaleón, por aquel entonces Embajador de Polonia en la Argentina, en el medio de una conferencia muy seria que estaba dando en el Centro Naval de Buenos Aires, relató la historia del encuentro de dos perros, uno checo y el otro polaco. Los pichichos se encuentran en la frontera, el perro checo está bien alimentado y va camino de Polonia, al perro polaco se le ven las costillas y va camino de Checoslovaquia: –¿Adónde vas, pregunta el perro checo; –Voy y a ver si puedo comer algo, ¿y vos?; –Voy a ver si puedo ladrar un poco.

Porque les damos de comer y por su instinto altruista los perros polacos, los checos y todos los demás perros han llegado a tener un gran afecto por nosotros al punto que, según se dice, no hay hombre por más ruin y miserable que sea que no lo pueda querer un perro una mujer.
Los terratenientes tienen en general una buena relación con los animales, a Gombrowicz lo alcanzan las generales de la ley, es una predisposición que paradójicamente humaniza el carácter de los hombres, como también le ocurría a Bioy Casares.
Gombrowicz era muy tierno con los gatos y con los perros. En cierta oportunidad en que le había pedido ayuda a dos jóvenes señoritas para pasar al francés la versión española de "El casamiento" les pagó con siete gatitos que había encontrado en la calle; también dio muestras de una gran congoja cuando murió el perro de la Frau Schultze, la encargada de la pensión de la calle Venezuela.
Cuando apareció "Ferdydurke" en la Argentina Gombrowicz se convirtió en el editor de una revista literaria a la que le puso el nombre de "Aurora", se tiraron cien ejemplares del primer número que, lamentablemente, también fue el último.

Era un panfleto humorístico, una sátira en la que se burlaba a la manera estudiantil de Borges, Capdevila, Larreta, Barletta y Victoria Ocampo, un libelo en el que observé por primera vez cómo Gombrowicz separaba el texto en partes con anuncios publicitarios caninos.
"Un perrito blanco lanudo, y bien alimentado"; "Se busca perro grande para achicarlo"; "Un perro lindo y grande con cachorros y dos perras"Gombrowicz pasaba así de la seriedad de la aparición de "Ferdydurke" en el continente Sudamericano, a la ligereza de las intervenciones caninas.
Es indudable que con esta intervención de los perros Gombrowicz nos quiere provocar la risa.

Reír resulta agradable porque nos satisface el triunfo del conocimiento intuitivo, la forma natural del conocimiento inseparable de nuestro ser animal, sobre el pensamiento abstracto.Nos agrada comprobar que el pensamiento es incapaz de comprender todas las variantes que presenta la realidad, es placentero ver perder a la razón de vez en cuando, un dominio severo, perpetuo y molesto. Gombrowicz mezcla la seriedad con la ligereza para hacernos reír a nosotros y para provocarse la risa a sí mismo.Un canon que aparece en los diarios y que Gombrowicz utilizaba sistemáticamente era el de hacer seguir la ligereza a la seriedad y viceversa, para satisfacer este principio a veces recurría a los perros.

"Mi perorata sobre la problemática contemporánea la di ayer (...) ¡Dios mío!, hablaba como hablan hasta los más célebres, es decir, simulando que me sentía como en mi casa, que aquello era para mí pan comido, cuando en realidad cualquier cuestionario indiscreto me hubiera dejado desarmado"Después de esta memorable intervención de carácter intelectual en una charla magistral que había dado a los estudiantes de Santiago del Estero, rematada con una persecución vana que le hace a un muchacho indígena por las calles de la ciudad, aparecen unos pichichos que le dan título a una serie de pensamientos bastante serios.
Se refiere a los abogados y a los ingenieros, a los que ve como naturalezas vulgares condenados únicamente a la ciencia, todo lo demás era para ellos una tomadura de pelo de la que tenían que defenderse para no ser engañados.
Se refiere también a sus alumnos de filosofía a quienes previene de su falta de seriedad, pues era un bribón al que le gustaba divertirse y burlarse de los alumnos y de sus enseñanzas. A que su exceso de inteligencia e imaginación lo llevaba a la estupidez puesto que nada resultaba para él demasiado fantástico. A que el arte sólo le teme a la tibieza, un apotegma fundamental en las concepciones de Gombrowicz. Y por último saca la conclusión de que tiene poca resistencia para sus angustias, una debilidad que le dificulta la entrada a un ascensor o la subida a un tranvía. La imaginación le hace aparecer los tormentos del momento con un aspecto insignificante, antes de llegar a ser verdaderos tormentos. Esta manera de acercarse al dolor, piensa Gombrowicz, corroe el valor como los gusanos a la madera.
A cada una de estas reflexiones más o menos serias las acompaña con sendas publicidades para perros.
"Perrito mojado o sólo húmedo a elegir"; "Perrito blanco, sabroso, bien nutrido"; "Cambio perro negro mordedor por dos viejos"; "Perro mojado y gordinflón"; "Los perros se mordisquean en la canícula.
"En ese panfleto humorístico al que dio en llamar "Aurora" también utiliza a los perros para atacar la responsabilidad por la palabra.

El escritor Hipólito Alonso Pereiro estaba escribiendo a máquina la primera página de su novela en la que un mucamo le pregunta a la señora si había ordenado llamar el coche. Cuando Matilde le estaba diciendo que sí, pero que no había ningún apuro, en vez de pero, y por error, a Pereiro le salió perro.

Un escritor con menos fuerza de carácter hubiera corregido el error, pero Pereiro era consciente de su misión y aceptó con responsabilidad la palabra que había escrito: –¡Perro, insolente perro! Y esta respuesta de Matilde obligó al pobre Pereiro a modificar la respuesta del mucamo: –Si yo soy un perro, entonces usted, señora, es una pera.
Este nuevo error que se le deslizó en el teclado de la máquina, pues en vez de perra escribió pera, lo obligó a cambiar otra vez : –Si yo soy un perro, entonces usted es una pera perra, una perra pera para mí, señora, porque sepa que a mí me gusta la bruta.
Quiso decir fruta pero ya era tarde: –¡Ah, soy bruta, que me muerda si yo soy bruta! Había querido decir muera: –¿Morderte? ¡Con pusto!; –¡Infame, sos coco!; –¡La Coca-cola es usted!; –¡Lococo!; –¡Co-coco, cocococo!








Dos gombrowiczidas, uno peruano ( Daniel Rojas Pachas ) y otro español ( Conrado Arranz ), recientemente ingresados al club, se han acercado a nosotros moviendo la cola razón por la que me he visto obligado a motejarlos de Perro Uno y Perro Dos, en ese orden.El aspecto de estos dos perros que se observa en las fotos de este gombrowiczidas es noble y generoso, a ellos dos les consagro entonces esta historia verdadera.





3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo peor de todo es el micro.

Conrado Arranz dijo...

Sí, tienes razón, es que le puse todo el esmero del que soy capaz. ¿Eres tú la farola? Un saludo, amigo anónimo

Anónimo dijo...

Pues a mí me mola el microcuento, va muy en consonancia con el artículo posterior. Un saludo

Luis A.

 
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